(La bastarda relación entre) Franquicia y ‘low-cost’ (2 de 2)
Hablabamos la pasada semana de del término anglosajón low-cost (bajo coste), y nos preguntábamos si es pertinente utilizarlo en franquicia, como se viene haciendo tanto últimamente, y no siempre de forma correcta, sino más bien tratando de engañar a propios y extraños. Esto es, como una forma de intentar hacer ver a los emprendedores interesados en la fórmula de la franquicia que no hacen falta cánones, ni ‘royalties’, ni local… Continuemos repasando todos estos argumentos para ver qué hay de verdad en ellos, y quiénes mienten como bellacos.
Hay un segundo nivel de ventajas, que no por obvio deja de ser importante: se trata de una inversión baja. Por lo que si al final la tienda no funciona, por circunstancias imponderables o porque se esperaba más del negocio, tampoco se habrán perdido los ahorros de toda la vida, como sucede con inversiones multimillonarias como las de la restauración; y además, suele tratarse de negocios en los que el emprendedor es quien está al frente del mismo, con lo que ahorra en sueldos. No tener que contratar empleados, tal y como está el mercado laboral hoy en día, y los problemas de rotación que existen en algunas actividades comerciales, es todo un lujo.
¿Alguna desventaja?
Por regla general, a esta clase de inversiones ‘low-cost’ accede un tipo de emprendedor que no dispone de experiencia o de formación empresarial, por lo que es preciso explicarle detalles –que no se le escapan al que sí cuenta con dicho perfil o conocimientos–, tales como que se necesita un cierto «colchón» financiero, un margen de maniobra para afrontar las primeras semanas, en las que es más frecuente abrir la caja registradora para sacar que para meter… De igual modo, las expectativas sobre la viabilidad del negocio, y sobre todo sobre el umbral de rentabilidad, también se abordan de diferente modo según sea la capacidad financiera del inversor.
Con este tipo de cadenas no hay que realizar una selección más concienzuda y precisa. Una selección precisa o concienzuda no admite grados: lo es o no lo es. Y debe llevarse a cabo, se trate de una enseña de inversión reducida o elevada, porque de ella depende el futuro de cualquier red de franquiciados. Lo que sí es preciso tener muy claro, a la hora de abordar la expansión de una enseña de baja inversión, es hasta qué punto pueden ser amplios los márgenes del perfil de candidato buscado, porque sí es cierto que siempre se presentarán más emprendedores para una selección en la que se requieran 15.000 euros, que para otra en la que este montante ascienda por encima de los 150.000. No obstante, ese es el trabajo de un buen departamento de Desarrollo: asegurarse de que quien ingresa en la cadena no va a ser fuente de futuros problemas para la misma.
¿Crecimiento más rápido del negocio?
Por supuesto. Pero también hay que estar más pendientes, porque una expansión muy rápida en poco tiempo corre el riego de llevar aparejada una tercera variable: sin control. Y ahí el peligro de fracaso, de «muerte por éxito» es elevado. Así que es preciso reestructurar, redimensionar la empresa para que la central crezca al mismo tiempo que lo hace la red y pueda prestar a sus franquiciados ese apoyo continuo que caracteriza la franquicia.
En principio, permiten también potenciar la figura del multifranquiciado, pero ojo: como suele tratarse de negocios pensados para el autoempleo, y en ocasiones es complicado controlar lo que se hace en una segunda o una tercera agencia de tu propiedad, si tienes que estar al frente de la primera todo el día. En cuanto a si el hecho de que la inversión sea baja pudiera suponer que se amortiza en poco tiempo, si bien la rentabilidad también es pequeña, lo cierto es que la rentabilidad no tiene por qué ser necesariamente pequeña, si se compara con la inversión desembolsada. Si el franquiciado sabe explotar bien el negocio…