La neofilia, la neofobia y la franquicia
Todos los mamíferos poseen un fuerte impulso exploratorio, pero en algunos de ellos es más decisivo que en otros. Esto depende en gran manera del grado de especialización que hayan alcanzado en el curso de su evolución. Si han puesto todo su esfuerzo evolucionista en el perfeccionamiento de un particular ardid de supervivencia, no necesitan preocuparse demasiado de las complicaciones generales del mundo que les rodea. Mientras al oso hormiguero no le falten sus hormigas, ni al oso koala sus hojas, se dan por satisfechos y su vida es fácil. En el mundo de la franquicia, hay también especies/enseñas y especies/enseñas. Unas ofrecen un concepto novedoso, trabajado por sus creadores y evolucionado e implementado a base de tiempo (mínimo un par de años) y unidades propias (qué menos que dos). Otras son auténticas y despiadadas depredadoras. Por no mencionar ciertas consultorías directamente carroñeras…
Los no especialistas –los oportunistas del mundo animal– no pueden permitirse el menor descanso. Nunca pueden saber de dónde les vendrá la próxima comida, y tienen que conocer los rincones, aprovechar todas las posibilidades y vigilar atentamente el paso de la suerte. Tienen que explorar y seguir explorando. Tienen que investigar y seguir comprobando. Tienen que poseer un alto grado de curiosidad.
Pero no se trata solamente de la cuestión de la comida: la propia defensa puede exigir lo mismo: los puercoespines, erizos y mofetas pueden andar de un lado a otro haciendo todo el ruido que quieran, sin temor a los enemigos; en cambio, el mamífero desarmado tiene que estar constantemente alerta. Debe conocer las señales de peligro y las rutas para escapar. Para sobrevivir, tiene que saber con todo detalle el camino de su casa.
Especialistas y oportunistas
Mirando de este modo, puede parecer bastante absurdo no especializarse. ¿Por qué tienen que existir los mamíferos oportunistas? La respuesta es que existe un grave obstáculo en la vida del especialista. Todo va bien mientras funciona el aparato especial de supervivencia, pero si el medio experimenta un cambio importante el especialista se encuentra en un atasco.
Si se ha adelantado considerablemente a sus competidores, el animal se habrá visto obligado a realizar cambios esenciales en su estructura genética, y no podrá volver atrás con la necesaria rapidez cuando se produzca la catástrofe. Si desapareciesen los bosques de árboles de la goma, el koala perecería. Si un animal carnicero de fuertes dientes lograse masticas las púas del puercoespín, éste se convertiría en presa fácil.
El oportunista tendrá siempre una vida dura, pero podrá adaptarse rápidamente a cualquier cambio súbito del medio. Quitad sus ratas y ratones a la mangosta, y pronto empezará a comer huevos y caracoles. Quitadle a un mono sus frutas y sus nueces, y comerá raíces y pimpollos.
Neofilia y neofobia
Entre todos los animales no especializados, los monos son quizá los más oportunistas. Como grupo, se han especializado en la no especialización. Y entre los cuadrumanos, el hombre es el más oportunista de todos. Esta es precisamente otra faceta de su evolución neoténica.
Todos los jóvenes monos son curiosos, pero el impulso de su curiosidad tiende a menguar al convertirse en adultos. En nosotros, la curiosidad infantil se fortalece y se extiende a nuestros años maduros. Nunca dejamos de investigar. Nunca pensamos que sabemos lo bastante para ir tirando. Cada respuesta nos lleva a otra pregunta. Este ha sido el más grande ardid de supervivencia de nuestra especie. La tendencia a sentirse atraído por la novedad ha sido llamada neofilia (amor a lo nuevo), en contraste con la neofobia (miedo a lo nuevo).
Todo lo desconocido es, en potencia, peligroso. Tiene que ser abordado con precaución. ¿O deberíamos evitarlo? Pero si lo evitáramos, ¿cómo llegaríamos a saber algo de ello? El impulso neofílico nos obliga a seguir adelante y mantiene nuestro interés hasta que el conocimiento da origen al desdén; entretanto, ganamos una experiencia valiosa, que podemos guardar para utilizarla posteriormente, cuando nos haga falta. Afortunadamente para la especie, hay siempre bastantes adultos que conservan su inventiva y su curiosidad juveniles y que hacen que las poblaciones puedan crecer y progresar.
En nuestro sector, el de la franquicia, no todo lo novedoso es un peligro potencial. De hecho, hay cadenas, consultorías y la propia AEF que llevan ya muchos años siendo unos auténticos «petardos», mucho más nocivos que ciertas enseñas jóvenes que si pecan de algo es de bisoñez. Pero no está de más hacer efectivas las mismas cautelas cuando un emprendedor o inversor se plantea apostar, sea por una cadena de fvranquicia con años de experiencia en el mercado, sea por una marca que acaba de comenzar su expansión a través de la franquicia.