La franquicia y la TDT
La franquicia, como la TDT, pueden arreglar tu vida; o al menos parecerlo. Si guardas antiguallas, puede hacerte ganar un montón de dinero. Si tu casa es una porquería, la puedes remodelar hasta convertirla en la mansión de tus sueños. Es más, si tienes un trabajo basura y un buen montón de facturas por pagar, tu jefe será tu colega y te ayudará a hacerlo. En resumen, pasar el día frente al televisor, te ayuda a parecer un triunfador. Lo mismo que si acudes a una feria de franquicia: te va a parecer que hay un centenar de negocios que estás tardando en poner en marcha, porque te van a hacer rico de la noche a la mañana.
¿Eres de esos a los que le gusta la autoayuda? Entonces, la franquicia y la televisión digital terrestre son lo tuyo. En su ensalada de canales intercambiables conviven ‘docurrealities’, como La casa de empeños, Cazatesoros o El jefe infiltrado. Todo cabe en el formato: preparan bodas, curan a tu perro, hacen tatuajes y construyen casas del árbol. No parece apasionante, pero, tras ver medio minuto, caes en una red difícil de escapar.
Los ganchos están medidos para captar al espectador. ¿Cuánto dinero ganará ese anciano por su antiquísima Cosntitución, tocada por Abraham Lincoln? ¿Cómo quedará la cocina de una familia compuesta por un padre ex presidiario, un hijo con cáncer terminal y una madre que sobrevivió a un terremoto?. Todo tiene ese aire de terrorismo sentimental, de «buenismo». 40 minutos es lo que se necesita para para ser feliz. La realidad exagerada del reality siempre es más satisfactoria.
El formato se extiende por la TDT sin rubor. Como dijo el sabio programador: si algo funciona, multiplícalo. Canadá tiene hectáreas suficientes para cobijar varios Asaltacasas o Tu casa a juicio. Un doblaje impostado y una factura barata son la mezcla perfecta para que canales de bajo presupuesto como Mega, DKiss o Divinity repitan los programas sin importar cuándo, cómo, ni cuánto.
Y si has tenido suficiente autoayuda por un día, la TDT siempre tendrá esperando La que se avecina o Aquí no hay quien viva, en bucle 24 horas del día sin orden ni concierto. Podrían dejar de rodar la serie de Montepinar y, aun así, sus latiguillos seguirían siendo lo más visto del día. El espectador español es, al fin y al cabo, animal de costumbres.
Algo similar sucede con la franquicia, por culpa de la ausencia de vigilancia por parte de las autoridades –salvo cuando salta un escándalo del tipo WallStreet Institute-Opening English– y por ese mirar hacia otro lado, que ha caracterizado siempre a la patronal Asociación Española de Franquiciadores, que lo mismo anuncia a bombo y platillo que Jaime Berdejo vuelve al redil, tras haber estado blasfemando sobre él durante años, que convoca una rueda de prensa para decir que en el escándalo VitalDent no se puede poner en entredicho el sistema de franquicia…
¿Quieres hacerte la ilusión de que la franquicia te va a sacar de pobre? Acude a una feria de franquicia: a nada que bajes un poco el listón de la lógica, el sentido común y la más elementar de las precauciones, te va a parecer que hay un centenar de concertos, de los que jamás habías oído hablar y mucho menos ver por las calles, que te prometen billetes de 50 euros a 50 céntimos.
Vendemotos que hablan con una naturalidad pasmosa de retornos de la inversión entre el primer y segundo año, enseñándote planes de negocio en los que tu tienda tendría que estar abarrotada de clientes ávidos por gastar su sueldo anual a los cinco minutos de abrir el primer día. Cosa que, por si te lo planteas siquiera, no va a suceder.
Eso sí, no los busques en la siguiente edición, porque sus responsables habrán cerrado el chiringuito y estarán en otra ciudad –España tiene decenas de ferias de franquicia…– engañando a otros pardillos; mientras la Asociación Española de Franquiciadores apoya y a veces «esponsoriza» estas cuevas de Alí Babá.