El saber hacer en franquicia

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Cada día, 10 millones de pintas servidas en más de un centenar de países permiten hacer un paréntesis a quien bebe una cerveza negra para lograr un receso exponencialmente más fructífero y potencialmente más satisfactorio. Su textura sedosa, cuerpo de color rubí oscuro, en contraste con la blancura parduzca de su espuma, y su sabor entre amargo y fresco… antes de acercar los labios a este vaso de boca ancha para degustar una pinta perfecta, hay que armarse de paciencia y confiar en el saber hacer de quien vaya a servirla. Lo mismo que sucede en franquicia: dar con un buen candidato, que adquiera el saber hacer idóneo, no es tarea sencilla.

La pinta –un vaso cuyo volumen exacto es de 568 ml– se llena tan rápidamente como se vacía. Sobre todo de lunes a viernes al salir del trabajo, y por supuesto los fines de semana en las animadas calles de numerosas poblaciones anglosajonas. Como los británicos siempre tienen una en la mano, pasa desapercibida.

Se suele pedir una (o varias) en la barra, para disfrutarla en buena compañía, dentro o fuera del pub. La pinta aglutina, congrega y une a cualquier mayor de edad con ganas de charla. Y es que la negra es una cerveza con identidad propia.

La Guinness –una ‘stout’ que se elabora en el centro de Dublín desde 1759– se ha convertido en la mejor aliada de este gran medio litro. El arpa (logotipo de la marca desde 1862) se exhibe en las fachadas de los pubs y, cómo no, en los vasos tipo Gravity tan caracteríaticos, con su cintura esbelta, unas curvas voluptuosas y una abertura generosa…

Pues bien, su diseño no fue elegido al azar. Este semicono invertido de vidrio, ligeramente abombado, permite exaltar la espuma densa y el aroma a cebada y lúpulo. El arpa dorada grabada en la parte superior indica el lugar exacto por donde se debe verter el líquido, con el fin de inclinar el vaso a 45°. El camarero echa mano de su saber hacer y acciona la palanca para que fluya una cerveza a la que se ha añadido el nitrógeno gaseoso necesario para su degustación.

El logotipo también sirve como medidor para dejar de llenar el vaso justo en ese punto, porque se requiere reposo (solo para la cerveza, porque el camarero tiene que seguir atendiendo). Transcurridos 90 segundos, coge de nuevo la pinta y termina de llenar el vaso empujando la palanca hacia atrás, de forma que solo se vierta el líquida de color pardo, sin adición de gas. Un saber hacer que pasa de buen camarero en buen camarero, de modo que las finas burbujas formen volutas elegantes antes de acumularse en la superficie en forma de espuma densa para coronar el vaso.

La curva en relieve del vaso de pinta, que también recuerda el dibujo del arpa, invita a sujetarlo por su base. Pues su forma está pensada para que los consumidores no calienten demasiado rápido la cerveza –su temperatura ideal es de 6ºC– con la mano. Díganme que deje de hablar de esta ambrosía y me ponga a hacerlo sobre la franquicia, y lo hago en cuanto apure la última.

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