La culpa es de la vaca… o del franquiciado
Cuentan que se estaba promoviendo la exportación de artículos de cuero de vaca a un país iberoamericano a un avanzado mercado occidental. Y que un auditor externo, contratado con el fin de elaborar un informe de situación, decidió entrevistar a los representantes de cerca de 2.000 tiendas. La conclusión fue determinante: los precios de tales productos eran sumamente elevados, mientras que su calidad resultaba muy baja.
El investigador se dirigió entonces a los fabricantes, para preguntarles acerca de esta conclusión. Recibió como respuesta: «No es culpa nuestra. Las curtidurías tienen una tarifa arancelaria de protección del 15% para impedir la entrada de cueros de vaca de países competidores».
A continuación, le preguntó a los propietarios de las curtidurías, y ellos contestaron: «No es culpa nuestra. El problema radica en los mataderos, porque sacan cueros de mala calidad. Como la venta de carne les reporta mayores ganancias que la piel, y con menor esfuerzo, los cueros les importan muy poco».
Entonces el auditor, armado de toda su paciencia, se fue a un matadero. Allí le dijeron: «No es culpa nuestra. El problema es que los ganaderos gastan muy poco en venenos contra las garrapatas, y además marcan por todas partes a las reses para evitar que se las roben. Prácticas ambas que destruyen los cueros».
Finalmente, el investigador decidió visitar a los ganaderos. Ellos también dijeron: «No es culpa nuestra. Esas estúpidas vacas se restriegan contra los alambres de púas para aliviarse de las picaduras…». Y así, la conclusión del consultor fue muy simple: «Los productores de complementos de cuero no pueden competir en el mercado en el que pretenden entrar por culpa de sus vacas, que son estúpidas».
Esta anécdota –que por ridícula tiene todos los visos de haber ocurrido de verdad– recuerda mucho lo que sucede en el mercado de la franquicia en España. Como todos vemos al pasear por las calles: sí, también en la franquicia se producen cierres.
Y si se le pregunta al 75% de las cadenas de franquicia –es decir, a las que sobran, y a las que las autoridades competentes nunca deberían permitir estar en el mercado– la culpa es de los franquiciados. Lo mismo que dirían los malos consultores: otro 75% de los que pululan por las ferias del sector.
Porque claro, reconocer que se corrió al elegir emplazamiento o que no se seleccionó al personal como es debido, e incluso aceptar que a lo mejor la formación no es todo lo buena que debiera requiere tener dignidad profesional. Y de eso no andan sobrados ni el 75% de las primeras, ni mucho menos el 75% de los segundos.
¿Y la AEF? Ni está ni se la espera…