No nos vengas con buenas ideas: estamos en crisis
¿Toca rasgarse las vestidoras y lamentarse por haber tenido los negocios cerrados durante dos meses, o más bien superar la fase de negación y ponerse a desarrollar las buenas ideas? Aun con el grado de detalle que permita la poca información que manejamos aún sobre la vuelta a la normalidad. Como inteligente lector de este blog habrá respondido la segunda, por lo que pasamos a razonar un poco sobre sus beneficiosas consecuencias.
En estos tiempos de lucha a muerte con un virus letal, recuerdo un invento que, hace algo más de una década, tenía todas las de resultar un éxito rotundo. Era una superficie autoesterilizable: nada menos que una tecnología que usaba luz ultravioleta para eliminar microbios peligrosos.
Solo en hospitales de todo el mundo –y eso que se supone los lugares más higiénicos– mueren miles de personas cada año por infecciones que contraen de instrumental médico, pomos de puertas, interruptores, controles remotos y superficies de muebles. ¿No sería fantástico que todos esos elementos pudieran ser tratados con una capa que eliminara automáticamente las bacterias asesinas?
La superficie autoesterilizable se aprovechaba de dos fenómenos científicos cuya explicación nos ahorrarmos por ahora –el «reflejo interno total» y el «efecto campo evanescente»– para exponer a los microbios intrusos a la luz ultravioleta y así neutralizarlos. Para poner a prueba el concepto, destacados científicos escribieron libros blancos y modelos computacionales, cultivaron bacterias y construyeron prototipos. Había un entusiasmo tremendo con el proyecto. Y en las pruebas previas a su supuesta comercialización, la superficie autoesterilizable resultó «sumamente eficaz matando bacterias», concluía un informe.
Esa era la buena noticia. La mala: la tecnología existente para comercializar el invento era por entonces demasiado cara. No había forma de que pudiera reducirse su coste, al menos en aquel momento. Estaba, por resumirlo, por delante de los tiempos. (¿La estarán resucitando mientras yo escribo y tu lees estas líneas?).
Los proyectos fracasan por toda clase de razones. Unas veces, la ciencia no es concisa; en otras ocasiones, es la política la que se interpone. En este caso, la economía simplemente no cooperó para hacerlo viable. Y sus promotores desistieron; se rindieron sin intentar siquiera un plan B. Error
Porque cuando el fracaso se demoniza, la gente lo evita a toda costa; incluso cuando solo represente, como en este caso, un contratiempo temporal. Que el avance de la industria puede resolver, abaratando aquello que, en un momento inicial, lastraba su viabilidad económica.
Y a eso iba con esta tribuna de opinión –que me enrollo que marea leerme–, que por mucho que las cosas están feas, no es motivo para echarse para atras. El mundo no es de los que tuvieron una gran idea y se quedaron a verlas venir; o tuvieron miedo de lanzarseal ruedo de los negocios. Sino de aquellos que echaron a andar, con paso titubeante al principio, pero buscando el mejor viento para su singladura.
Y en eso podemos ayudarte en esta consultoría. Porque no eres ni el primero, ni el segundo que pone en nuestras manos su proyecto, su concepto de negocio, en busca de una optimización que solo el conocimiento y la experiencia que nos da en haber impulsado a muchos otros emprendedores antes puede ofrecerte.
Al fin y al cabo, hace 500 años, los médicos pensaban que abrir en canal el brazo de alguien (o causar un sangrado en cualquier parte) podía curar enfermedades, los científicos consideraban que el fuego se creaba a partir de algo llamado flogisto, las mujeres creían que darse masajes en la cara con orina de perro revertía los efectos del envejecimiento, y los astrónomos estaban seguros de que el Sol giraba alrededor de la Tierra. Y ya ves tú.