Además de saber hacer hay que saber estar

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Rescate-con-perros-negocio-franquicia

Insisten los talibán del CEO de esta santa casa en que he repetir machaconamente la palabra franquicia. Con el fin, dicen, de que estas entradas al blog tengan visitas y nos ayuden a «posicionarnos». Extraño palabro sacado de contexto: como si no estuviésemos posicionados, como asesoría seria, del lado de las enseñas con un saber hacer claro y un plan de expansión cuidadosamente estudiado, y de los emprendedores que no apuestan por la franquicia a tontas y a locas…

El caso es que les juro, créanmelo, que he empezado esta entrada tecleando la palabra franquicia en el cajetín del titular. Pero, ¿qué se puede construir empezando por esta palabra? ¿»Franquicia somos todos», como rezaba el eslógan de Hacienda hace tres décadas? ¿»Franquiciados de todo el mundo, uníos», emulando a los buenos de Marx y Engels? ¿»Franquiciar y rascar, todo es empezar», como sabiamente apunta el refranero castellano?

Podía haber ido al grano, pero a estas alturas de estío, este clima tórrido de los madriles, que aplana el ánimo y perturba el sentido, me vuelve incapaz de otra cosa que no sea tumbarme ante el televisor bajo el aire acondicionado. Y como quedan todavía un par de semanas para la Rugby World Cup, no tengo otra solución que grabar y ver, ver y grabar documentales de La 2.

Y se aprende una barbaridad de los animalitos. Un ejemplo: en las tareas de salvamento posteriores a la explosión y derrumbe de un edificio en Rosario (Argentina), hace poco más de un año, los perros adiestrados para buscar supervivientes entre los escombros encontraban tantos cadáveres que se deprimían y se negaban a seguir buscando. Sí, sí, han leído bien. Se entristecían de tal modo que los adistradores ingeniaron un sistema para darles una nota de aliento al final de la jornada: uno de ellos se enterraba entre los cascotes para que le encontrasen y se sintieran recompensados. Ví la cara de esos nobles animales y pensé –disculpen la comparación– en tanta red de franquicia, donde al franquiciado se le compele a cumplir su contrato sin una triste palmadita en el alma, siquiera de tarde en tarde.

Y pensé que además de saber hacer hay que saber estar.

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